Ocurrió a orillas del río by Kerstin Ekman

Ocurrió a orillas del río by Kerstin Ekman

autor:Kerstin Ekman [Ekman, Kerstin]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2000-12-01T00:00:00+00:00


Cuando se fue Åke Vemdal, quedaban los cacharros por fregar. La salsa marrón se había resecado.

Telefonear. Sacar carne del congelador. Comprar. Enfriar aguardiente y descorchar una botella de vino. Cocinar durante horas. Mucho tiempo en total. Sentarse uno frente a otro y hablar de sus obsesiones. Charlar. Charlar. Aparte de masticar. Y bastante cháchara en torno a la bebida. Contemplar los vasos tallados. Contar de cuando se los regalaron a papá.

No cómo fue, sino un poco en broma. No que cantaron «Horst Wesselsången» cuando papá cumplió cuarenta años en 1941. Porque Birger nunca podría explicar que eso fue solo para hacer rabiar a mamá.

Judía en una octava parte, decía papá de ella. En realidad, a papá eso no le importaba. El nacionalsocialismo tampoco. Lo único que le importaba era atormentarla porque había nacido rica y ahora tenía que conformarse con la vida de la explotación y una sola sirvienta y la cooperativa y un viaje a Estocolmo al año. Los padres de Birger estaban profundamente unidos. Esa profunda unión era la única realidad de ambos.

El odio del marido hacia ella era impotente. Una vez ella le dijo: Tu padre tenía una naturaleza muy fuerte. Entonces llevaba muerto quince años. Pero las violaciones sí las recordaba ella, claro. En ocasiones, Birger les oía a través de la pared de su habitación. Y ella se esforzaba en usar un eufemismo para no degradarse a sí misma. El estúpido nacionalsocialismo de papá también había sido un eufemismo. Tal vez el eufemismo de un odio cuya fuerza Birger no entendía.

Enjuagar. Fregar. Recoger. Colocar los vasos y no sacarlos nunca más.

Preparar cenas.

Terminar con un vasito de whisky. Con dos.

Nunca más hablar con los labios pegados a una oreja, a una oreja caliente.

Cuando terminó de fregar, salió. Cruzó por los prados. Estaba casi oscuro, pero vio el degradado campo de lino. Los montones de tenaces tallos medio podridos por la lluvia.

Se dio cuenta de que Karl-Åke y él ya tenían un motivo de enemistad. Uno de esos absurdos, rebuscados y deleznables motivos que hay detrás de toda enemistad entre dos habitantes de un pueblo y que se crean siguiendo un modelo tan complicado como el de las labores de ganchillo. Sí, absurdo hasta lo pueril, casi inventado. Pero el odio era real.



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